jueves, 12 de abril de 2012

edad de hierro

  La Edad del Hierro es el último periodo de la Prehistoria antes del comienzo de la Historia con la invención de la escritura. La era del Hierro se desarrolló en el primer milenio antes de Cristo en la Península Ibérica y constituye la etapa final de la Edad de los Metales.
     Este periodo de la Prehistoria se caracteriza por el abandono del bronce en beneficio del hierro debido a la abundancia de este mineral, su gran dureza, su alta temperatura de fusión y su coste, más barato que el bronce. Los habitantes prehistóricos de la Península Ibérica utilizaron la metalurgia del hierro para la producción sistemática de armamento (espadas o falcatas, corazas, escudos y cascos) con fines defensivos, utensilios o herramientas de trabajo, joyas y adornos.
El pueblo celta introdujo los enterramientos en campos de urnas (destino de las cenizas de los difuntos) con ajuar funerario, compuesto generalmente de cerámica y metales, y contribuyó al desarrollo de la metalurgia del hierro y de la agricultura con los cultivos de cereales y la práctica del arado en sus áreas de influencia de la Meseta y el Norte de la Península Ibérica. La cultura celta practicó una religión basada en el culto a los elementos de la naturaleza (como el agua, las montañas y los bosques) bajo la dirección de los druidas. Los principales yacimientos peninsulares de la cultura celta son los de Cortes (Navarra), Mondoñedo (Galicia), Espollá y Tivissa (Cataluña). La Región de Murcia cuenta con pocos yacimientos de la Edad del Hierro y se localizan en el área del Valle del Guadalentín. Estos restos arqueológicos demuestran la existencia de hábitats o poblados prehistóricos de la etapa del Hierro en el Levante español relacionados con la cultura íbera. La influencia celta no llegó al sureste peninsular durante el proceso de su expansión cultural.


Durante este periodo se difundió y generalizó la utilización del hierro como material
de fabricación de instrumentos y armas. Según la zona geográfica, la
Edad de Hierro transcurre entre fechas diferentes; así, esta nueva etapa se
inició en Oriente Próximo hacia el siglo XIII a.C. Posteriormente llegó a
Europa, donde se prolongó hasta la expansión del Imperio Romano. En
China comenzó hacia el 600 a.C., en el África subsahariana entre el 500 y el
400 a.C., y en el sur de este continente, aproximadamente en el 200 d.C.

Los cuerpos recuperados en turberas (donde las condiciones anaeróbicas los han conservado perfectamente) constituyen testimonios fascinantes del sistema religioso e ideológico a través del cual los pueblos de la edad del hierro entendían el mundo. Unos extractores de turba vieron en 1950 en Tollund Fen (Dinamarca) cómo un rostro humano sobresalía de la turba. El cuerpo, que desde entonces se conoce como el 'Hombre de Tollund', estaba desnudo; tan sólo llevaba un bonete de piel y un cinturón; las piernas estaban flexionadas adoptando la posición fetal. Los ojos del hombre estaban cerrados; alrededor de su cuello permanecía la soga con la que fue ahorcado hace unos 2.000 años. Se han descubierto cientos de 'hombres de las turberas' en el norte de Europa, gran parte de ellos por extractores de turba locales, desde hace décadas o siglos. La mayoría parece haber muerto violentamente, a veces estrangulados (ahorcados o agarrotados), otras por golpes en la cabeza o apuñalados (y en ocasiones por más de uno de estos métodos). Es posible que fueran ajusticiados por algún delito, pero hay pruebas que sugieren que sus muertes fueron sacrificios rituales. Los restos de una especie de papilla a base de cereales encontrados en el estómago de algunos de los cuerpos quizás indiquen una comida ritual, mientras que su muerte pudo haberse producido por unos métodos especiales de ejecución con carácter de sacrificio. Además, es muy probable que muchas de las víctimas pertenecieran a una alta clase social: sus manos estaban bien cuidadas, sin callos, y sus cadáveres vestidos y aseados antes de ser depositados en la turbera. Se realizaron otros depósitos rituales, especialmente de objetos metálicos, en turberas y canales, por lo que es probable que esos lugares tuvieran algún significado especial para los pueblos de este periodo. Los depósitos votivos en La Tène contenían unas 150 espadas, algunas con vainas decoradas, fíbulas, puntas de lanza y otros útiles y armas, tanto de bronce como de hierro. Se han recuperado depósitos similares en el río Támesis (Inglaterra); entre estos hallazgos destaca el escudo de Battersea (que en la actualidad se encuentra en el Museo Británico).













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